Según crecen los enanos, se nos van olvidado algunas de sus etapas pasadas. Luego, un buen día, te das cuenta de que la pequeña está repitiendo alguna que ya pasó el mayor, y te entra la nostalgia y el alivio: nostalgia porque eran muy chiquititos y en realidad era muy bonito, y alivio porque te das cuenta de que, aunque parezca que no, todas esas etapillas pasan y son reemplazas por otras igual de intensas y adorables.
Hablo de la mamitis, claro.
Laniña se pasa el día diciendo algo desde lo más profundo de su corazón una palabra que me desarma: tigo. Tigo es contigo. Ella se debe de pensar que son dos palabras: con y tigo. Y el con, pues como que le sobra. Ella a lo importante, al meollo de la cuestión: tigo.
Es adorable, de verdad que sí, y a mí me genera una ternura importante: tigo a la cocina, tigo al baño, tigo a tirar la basura, tigo a cocinar, tigo a tender, tigo a leer, tigo al ordenador…tigo, tigo, tigo.
Yo (muchas veces previo resoplido interior, porque es que es todo el rato, a todas las horas de todos los días), le contesto: ¿migo?
Y se le ponen los ojos pequeñitos y achinados de la alegría que le da ver que has captado el mensaje y que te la llevarías, encajada en la cadera, hasta el fin del mismísimo mundo.