Maneras de vivir

De toda la vida existen dos tipos de personas: las que aman la lluvia, y las que la odian con todas sus fuerzas. A mí, me ha tocado un hijo de cada. M. es que se pone nerviosito, es ver una gota y recular hasta el lugar más seguro de la casa (bajo los cojines del sofá, para más señas), y decretar el estado de sitio con una frase solemne: yo no salgo. IMG_3556

Laniña, por el contrario, es de la opinión de que no hay nada mejor que un intenso día de lluvia, y su reacción natural al darse cuenta de que está cayendo el diluvio universal es salir corriendo en busca de sus botas y su paraguas.

Esta mañama teníamos unos recados pendientes: copistería, correos y ahorramás. Yo, directamente, he sacado la ropa de invierno. Así soy yo, una mujer de decisiones muy radicales. Ella se ha conformado con sus botitas azul eléctrico, sus gafas de sol (no había ni un rayito pero ella antes muerta que sensilla) y el paraguas de cenicienta heredado de mi hermana, que por muy fuerte que me parezca cuando pienso en ella camino de la univeridad cargada con sus tochacos, también fue en su día una niña. Total, eso, que ella se ha equipado y yo he rematado su look con unas mallas largas: que no pese sobre mi conciencia un catarro de verano.

Dios mío cómo nos hemos puesto las dos, qué rato de lluvia salvaje hemos pillado. Yo miraba fuera del coche y pensaba: ni de coña, aquí hasta que escampe. Pero ella, con esos ojazos brillantes, paraguas en mano y moviendo sus pies voladores a toda pastilla, señalaba fuera: ¡mamos, mamos, llueve!

Qué alegría, oye, le decía a mi flor mientras me empapaba la espalda soltando sus cinturones. Y, aunque se lo decía con ironía, ella tenía razón: qué alegría correr juntas por la acera, empapadas y solas, con el pueblo para nosotras, porque nadie más ha tenido las narices de salir. ❤️

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El desembarco

Volver de vacaciones, ya de forma definitiva, listos para apurar al máximo hasta que suene de nuevo el despertador después de casi tres meses, tiene mucho de desembarco. Las maletas llegan a tope, con arenilla y papeles arrugados en las esquinas, los críos se bajan del coche a las doce de la noche como zombis, en pijama, sudandito y sin sabe muy bien en qué cama duermen hoy y la casa te espera tal y como la dejaste, lo que en nuestro caso y tras un año muy movidito significa que abres un cajón y te saltan miles de sorpresa como en esas cajas del demonio de las que sale un payaso espantoso, ¡pum!, de sopetón y te tira de culo. Pues igual. IMG_3732

Así que, quieras o no, hay que meter mano al asunto. Caiga quien caiga. Limpieza general, lo llaman. M. lo resume rápido: ¡mmmmmmm, mamá, ahora huele a limmmmmpito! Ahora, dicen, el gracioso.

La otra, que es que vive por y papa imitarle, me agarra con las manos sospechosamente oscuras la cortina recién lavada, hunde la cara en ella para aspirar el aroma, y corrobora: ¡mmmm, itoooo!

Yo miro esta escena y me apoyo un poco (pero muy poco para no manchar) en él sofá sin funda (está lavándose), lleno de ropa limpia doblada, y pienso en adoptar el minimalismo como forma de vida, así en general. Al momento, mientras decido que ya es momento de coger el trapo y continuar con la tortura, me aparecen los dos en bolsa en el salón, con los pinerreles mojados de la piscina dejándome un caminito de huellas diminutas en el suelo fregado todo, y con el material de las acuarelas sujeto en equilibrio inestable entre sus brazos.

Les he dicho que lo del minimalismo es, a día de hoy, del todo imposible. Me han mirado raro, diciendo cada uno con su peculiar forma de hablar que me deje de rollos y por favor les abra la puerta del jardín, que con las manos llenas no pueden.

Me he dicho que por lo menos tienen la delicadeza de acuarelearse mutuamente fuera; ¡no todo está perdido! 😂🙏🏽