Rutinas animales nocturnas

Ahí están. Todos los animales de M. en posición, perfectamente formados y esperando que alguien de la familia pase lista antes de dormir. Normalmente pasan lista M. y su padre, las dos personas a las que más buenos y malos momentos les da nuestra creciente familia animal. IMG_2381

Pasa que casi cada noche, falta alguno. Es sorprendente que cuando no los buscamos, aparecen por todas partes: clavándose en nuestros culos cuando nos sentamos en los sofás, saliendo de los bolsos en lugar de las carteras cuando metemos la mano en las profundidades para pagar donde sea o cuando barremos debajo del sofá.

Luego, a la hora del recuento nocturno, yo creo que se esconden y juegan al despiste, disfrutando desde sus escondrijos de la creciente frustración másculina que se va extendiendo por nuestro dulce hogar según pasan los minutos y no dan señal de vida.

Cada noche es igual: siempre creemos que va a llegar el momento de explosión, pero entonces alguien da la voz de alarma: ¡aquí, aquí está la avestruz! (por ejemplo). Y los demás soltamos los cojines, arrimamos los sofás, dejamos las montañas de ropa, cerramos los cajones o volvemos a llenar los bolsos sin mucha atención, para congregarnos en el salón y empezar los procedimientos nocturnos.

Momentos familiares inolvidables ❤️🐗

La playa para nosotros

Pillar la playa vacía es un privilegio que se valora desde la más tierna infancia. Como hoy estaba totalmente tapado, y chispeaba a ratos, y no había ni un poquito de sol, la playa estaba disponible, entera, solo para nosotros. A esta gran noticia se ha unido otra: han decidido, los hijos, que hoy era un día interesante para alejarse tranquilos, solos los dos, a «aventurear». Sin gritos, sin peticiones, buscando piedras y cangrejos en la playa fresca y vacía con el culo al aire.IMG_2261

Yo me he dedicado a hacerles fotos y a observarles brujulear, a una distancia prudencial perfecta: la que permite vigilar sin agobiar, y no hacerme muy visible para no romper el hechizo y que de pronto decidan gritar un «¡MAMÁÁÁÁÁÁÁÁ! con esa energía que les caracteriza y que lo mismo sirve para anunciar algo bueno que un desastre.

Como decía al principio, la magia de la playa sin gente se percibe se tenga la edad que se tenga, y lo he descubierto hoy cuando he escuchado lo que venía tras el grito de guerra de M. después de un buen rato a lo suyo:

-¡Qué bien se está hoy en la playa!, ¿verdad!

Y que lo digas, hijo, y que lo digas, he pensado mientras le sonreía en señal de reconocimiento y me volvía a recostar en la arena fresquita mirando al infinito frente al que se recortaban sus siluetillas menudas y conocidas.