Ahí están. Todos los animales de M. en posición, perfectamente formados y esperando que alguien de la familia pase lista antes de dormir. Normalmente pasan lista M. y su padre, las dos personas a las que más buenos y malos momentos les da nuestra creciente familia animal.
Pasa que casi cada noche, falta alguno. Es sorprendente que cuando no los buscamos, aparecen por todas partes: clavándose en nuestros culos cuando nos sentamos en los sofás, saliendo de los bolsos en lugar de las carteras cuando metemos la mano en las profundidades para pagar donde sea o cuando barremos debajo del sofá.
Luego, a la hora del recuento nocturno, yo creo que se esconden y juegan al despiste, disfrutando desde sus escondrijos de la creciente frustración másculina que se va extendiendo por nuestro dulce hogar según pasan los minutos y no dan señal de vida.
Cada noche es igual: siempre creemos que va a llegar el momento de explosión, pero entonces alguien da la voz de alarma: ¡aquí, aquí está la avestruz! (por ejemplo). Y los demás soltamos los cojines, arrimamos los sofás, dejamos las montañas de ropa, cerramos los cajones o volvemos a llenar los bolsos sin mucha atención, para congregarnos en el salón y empezar los procedimientos nocturnos.
Momentos familiares inolvidables ❤️🐗