Hoy no ha parado de llover, y el encierro consecuente de este hecho podría ser la causa que explicase el momento de locura estelar que los hijos han protagonizado durante la cena.
Pero no.
No, porque desde hace un tiempo estos numeritos a la hora de cenar son muuuuuy habituales. Aún así, suele pillarnos por sorpresa, porque pasa que justo antes de bañarse y sentarse a la mesa, están como zombies. Medio dormidos, cansados de todo el día y de esto que les ves que se mantienen en pie de puro milagro. Solemos pensar que va a ser cenar, dientes y a dormir. Rápido y sencillo.
Pero algo pasa en ese pequeño periodo de tiempo, entre que ponemos la mesa y se sientan a cenar. Se van, poco a poco, viniendo arriba. Unas gárgaras con el agua por aquí, una guerra de tenedores por allá… hoy el momento culminante lo hemos vivido cuando han decidido que comer el yogur con la cuchara del revés (a lo convexo) era lo más de lo más.
Tú les mirabas, y en esos momentos eran dos seres enajenados: con la cuchara del revés, la risa floja, y escupiendo yogur a propulsión sin poder parar de reír, decorándose los respectivos flequillos mutuamente con gotitas de producto. Un panorama no apto para todos los públicos, la verdad. Te debates entre poner fin al asunto quitando yogures a medias con !sacabó!, o unirte a la fiesta y pedir que te enseñen cómo se come así. Todo depende del nivel de estrés acumulado durante el día.
Lo que sí es verdad es que la tontuna les dura un rato.
La bonitez y la alegría, todo el día ❤️