A mí hay algunas cosas que me encantan, pero que a la vez me dan una pereza grande. Bonito con tomate, arroz con leche o lasaña son algunos ejemplos. Otro, uno muy saludable, es el pisto (yo es que no tengo thermomix, que por lo visto lo hace solo).
Es de esos manjares que a mí me hacen saltar las lágrimas, con su huevo frito o su arrocito blanco… El caso, que me encanta pero solo lo como cuando lo hace mi madre. Sin embargo, yo me considero una persona afortunada, a qué no decirlo, y me pasan estas cosillas de vez en cuando, estos regalos inesperados de la vida.
Total, que divago, lo del pisto. Que llego esta tarde a la finca familiar y allí me encuentro a tías y prima, cuchillos en mano, dale que te pego a trocear bien pequeñito calabacín, berenjena, cebolla y pimiento verde.
Me he dicho: se viene pisto.
Y justo.
He tomado el relevo en uno de los puestos y me he puesto con la berenjena, tiqui tiqui tiqui a picar, mientras los niños correteaban en pelotillas por allí, atendidos por todos en general y por nadie en particular, más libres y asilvestrados que nunca.
Tras un par de horas a fuego lento, la recompensa: botes y botes de pisto para quien quiera, pisto cocinado en el perolo grande porque así aprovechamos toda la recolecta, como dice mi pequeño hortelano.
Pisto sano, preparado en familia pero vigilado de cerca por mi tía P.
Así que mañana, la comida, será a su salud ❤️🍆
Ay qué ricooooooooo!!!!! A mi marido no le gusta y tampoco lo hago. Aprovecho igualmente el de mi madre o mi suegra, ambos de muerte, para tomarme mi ración!!
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