M. me ha salido rojillo.
Pero las hay: mi niño es un niño así como despegao, desprendido diría yo, de los bienes materiales o alimentarios. Él tiene una galleta en la mano, pongamos por caso. Tú te acercas a lo que sea, o mismamente pasas por allí y ya pues aprovechas a darle un besito en esa nariz redondita irresistible que tiene. En cuanto él te divisa, mira la galleta. Te mira a ti. Vuelve a mirar la galleta que sostiene con toda la mano, con miguitas húmedas pegoteadas en sus deditos, y finalmente, con movimientos lentos y los ojos muy abiertos, te la acerca a la boca. Quien dice la boca, dice las gafas o la nariz o el pómulo derecho: todavía no pilota muy bien el tema de para qué sirve cada orificio o superficie corporal.
Él no lo debe de saber todavía, pero serlo, lo es. Es la única explicación que le encuentro a que, cuando se duerme, levante su puño hasta la altura de la oreja y le deje ahí, apoyado, hasta que se despierta. Casualidad, tic, manía…todo esto me podríais alegar. Y estaríais en lo cierto, si no hubiera más pruebas que lo indicasen con tanta claridad como lo indican.

Una vez que te la ha acercado, él no concibe que no le des un bocao y le agradezcas el regalo con grandes aspavientos y vítores de alegría. ¿Veis? Comunista.
Otro ejemplo, por ejemplo. El tema de la propiedad privada: este concepto todavía se le escapa. Y además, lo mismo le da que sea tu reloj como que sea tu pelo: él se tira a por ello. Y creo yo que en su pequeño cerebro -llenito de neuronas a pleno rendimiento, asimilando a toda pastilla saberes, colores, olores, sentimientos, texturas, lugares-, él lo teoriza del siguiente modo: si yo comparto, ¿por qué tú no? Y tanto es así que lo exterioriza de modo muy básico: tiro lo que sea que tengo en la mano y ya no me interesa, tómalo si lo quieres, ¡pero dame eso que yo quiero por favor!
Y así estamos. Yo creo que es una etapa, lo pasamos bien cuando la desarrolla en casa y un poco peor cuando la desarrolla en el súper, tirando del pelo con todas sus fuerzas a la rubia estirada que compra tomates cherry y sacarina delante de nosotros.
El caso es que ya de noche, cuando el fin del día se acerca y le miro dormido en el sofá, con su puñito en alto, le imagino soñando en blanco y negro imágenes de Mao, de Stalin, viajando en su cabecita por la historia mundial, recogiendo material que le venga bien para poder seguir investigando a su bola, cogiéndolo todo, dándolo todo, llevando hasta el último extremo eso que su mamá tanto le repite desde bien chiquitín:
Hijo, compartir es vivir.
Y buscando esas justificaciones históricas se lo debe de pasar tremendamente bien, porque a veces, algunas noches, se le escapa una sonrisa entre los sueños, entre los labios, para hacerme babear un poco más, para hacerme quererle un poco más.