Hay una cosa peor que salir a recoger la ropa de las cuerdas cuando llueve, peor que tener que levantarte a tender una lavadora cuando ya te has olvidado de que la pusiste, peor que perder el último bus una noche de invierno. Esa cosa a la que yo me refiero es peor que llenar el carro, olvidarte la cartera en casa y darte cuenta justo cuando la cajera te dice «sesenta y ocho con cuarenta siete, señora». Es peor, incluso, que el hecho de que esa cajera te llame señora.

Así, rollo bucólico, las verduras les molan más.
Lo peor, sin ningún género de dudas, es pensar cada tarde, a eso de las seis y media o las siete, qué hacer de cenar para la prole.
¿Por qué, señor o karma o quien quiera que reparta estas cosas, por qué no me has dado esa capacidad de abrir una nevera, echar un vistazo al material y ser capaz de crear una receta novedosa, saludable, rica, apetecible y no muy laboriosa cada noche, de cada semana, de cada mes del año?
A mí es que me entra el bajón. Yo me pongo a mirar el cajón de las verduras y digo: ¿pero pa´qué? Si es que voy a hacer la cremita de zanahoria y me la voy a comer yo entera, que lo estoy viendo venir.
Yo es que visualizo a las mil maravillas y me veo a mí misma como desde fuera poniendo la cena en la mesa en sus cuenquitos bonitos, y presiento sus reacciones. Sé lo que va a hacer o decir cada uno como si les hubiera parido.
El mayor: «Puaj, qué asco. Quiero pollo». Y yo le miro fijamente sin decir nada y diciendo para mí «¿qué te apuestas a que dice que quiere pollo?».
Bingo.
La pequeña supongo que pensará algo así como «voy a meter aquí las manos con el pijama limpito a ver si es tan pringoso como parece, y de paso me aparto el pelo de la cara con la sustancia bien impregnada entre los dedos, que esto parece que es champú».
Y yo me visualizo desde la distancia, con todas las cacerolas que haya tenido que utilizar para mi elaborada creación esperándome en la pila y con ganas de abrir la nevera, coger la pechuga de pollo y tirársela a los críos en plan jabalina.
En crudo, oyes.
Como si fueran cachorros de león, que por otro lado, es lo que parecen muchas veces. Adorables, muy simpáticos y con la capacidad de llevarme del amor al odio en cuestión de segundos.
En fin, hoy me siento con ganas de lanzarme al vacío y voy a hacer tortilla de calabacín.
Así soy yo, una amante del riesgo 😀
Jajajajajajaja! La odisea de toda madre en horario vespertino… Cuando hago cremitas ya sé dónde van a acabar… en mi panza! XD
Muas!
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jajaj yujuuu!! vivan las cremas! 🙂
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Si los tuyos al menos tienen consenso…lo mío es peor, si uno dice espaguetis la otra macarrones, si uno dice tortilla, el otro dice huevo frito…un dolor!
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Bueno…hay días que están de acuerdo, y días que no! jajaja es una hora muy divertida, eh, la de la cena!
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Me parto pa! Como me recuerda las espinacas con bechamel gratinadas q le encantaban a tu hermano.😂😂😂😂
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