Teníamos una tela gruesa, colorida y gigante en casa, que hoy se ha convertido en el toldo del jardín de atrás. Aquí es que pega el sol mucho, y aunque yo soy muy sun-friendly, a mis chiquis les mola regulín. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que se trata de una chapucilla de colosales dimensiones: tres nudos y unas cuerdecillas bien tensas anudadas a la valla han convertido nuestro jardín en una jaima a prueba de tardes de verano.
El invento tiene sus lagunillas, la verdad. Se menea con bastante violencia en cuando sopla algo de aire, según va cayendo en sol la sombra desaparece y dependiendo de lo tensas que estén las cuerdas, si el aire se cuela bajo nuestra jaima, se hincha la tela que da gloria, se hincha hasta que se redondea y parece que nuestra casa es la de Up y que podemos salir volando en cualquier momento, en bikini e incluso con manguera, como en la peli. M. dice que no me preocupe que eso solo pasa en las películas porque las películas son de humanos pero de dibujos, ¿vale, mami?
Ha sido una tarde súper divertida, porque no es solo que hayamos puesto la tela, es que algo tan insignificante como eso, si escuchas a los enanos y les dejas un poco en paz, hace que tu mismo jardín, el de todos los días, se convierta en otro mundo, se transforme en otra realidad.
Y esa realidad, ay, puede venir con hasta una hora ¡una hora! de paz lectora en el rinconcito sombreado y tranquilo del jardín 🙂
¡Hasta mañana!
Pues tiene toda una pintaca!! Y oye, una hora de lectura es gloria bendita. 🙂
Muas!
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