Aunque parezca mentira cuando se ven juntos todos los bultos apiñaditos en la entrada de la casa, cuando vas viendo cómo se llena el maletero y aún te queda más de la mitad del equipaje por cargar, cuando sacas a los niños tan dormiditos con todo el cuidado del mundo y nada más apoyar el culo en la silla del coche te preguntan qué cuánto falta para llegar… digo, aunque parezca mentira, ¡acabas llegando a destino!
Cuando hemos abierto la puerta del coche horas después ha salido un olorcillo a plátano, zumo de piña y café que no era muy normal. Nos temblaban las piernas a todos, oye, pero al fin estábamos en el mar, como dicen los enanos.
Cada año venzo la pereza que me da el viaje y pongo como brújula conceptos tales como la arena de la playa fresquita, los niños rebozados como escalopes, los helados gigantes, la plaza del pueblillo llena de chiquillos y palomas, o el olor de la brisa marina incrustado en la nariz.
Funciona.
Pisó la arena con los hijos andando a mi lado cada año más silvestres porque se sienten más seguros, y todo parece conectarse y fluir… Qué tendrá el mar para los de la Meseta, que tanto nos acolcha por dentro 🙏🏽🌊
Los de Meseta NECESITAMOS brisa marina para mantenernos cuerdos. Un besazo, familia preciosa.
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Y dormimos unas siestas históricas (nosotros por lo menos!!!🤣
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Pues sí, los de la Meseta necesitamos airearnos un poco con la brisa salada…eso sí, después de unos días de no ver el sol, necesitamos volver a nuestra Meseta 😉
¡¡¡Q lo disfrutéis!!!
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